México encabeza la lista de países con más zonas donde habitan
especies en peligro de extinción. La Semarnat reconoce más de 2 mil 500
especies vegetales y animales en algún grado de amenaza. Mientras el país ocupa
los primeros lugares en extinción, las políticas de conservación no frenan el
fenómeno de defaunación. De manera contraria, autoridades ambientales promueven
la entrada de especies exóticas e invasoras y la explotación indiscriminada de
flora y fauna, advierten especialistas. El Año Internacional de la
Biodiversidad acaba de concluir. Pero los saldos para México no podían ser
peores: encabeza la lista de países con más zonas donde coexisten especies en
peligro de extinción, según la Alianza por la Extinción Cero (AZE, por sus
siglas en inglés). Su actualización 2010 del mapa Localización y conservación
de epicentros de extinciones inminentes reconoce en el territorio nacional 68
sitios habitados principalmente por especies endémicas en riesgo. A nivel
mundial, la AZE identifica 587 zonas que necesitan ser salvaguardadas de manera
urgente para prevenir la extinción de las 920 especies animales y vegetales más
amenazadas. Se trata de sitios que albergan especies endémicas o una población
significativa, son irremplazables y están delimitados por hábitat con problemas
en común. En 2005, la AZE reconocía 63 zonas habitadas por especies en peligro
de extinción en el país; cinco años después se cuentan 68. México está por
encima de Colombia y Brasil, países que han logrado disminuir el número de
sitios que albergan poblaciones amenazadas. De acuerdo con la organización
internacional, en 34 de las 68 zonas no existe ningún tipo de protección para
las especies y en 11, ésta es apenas parcial. De este modo, tipos de
salamandra, ratones, ranas, tortugas, murciélagos, mapaches, musarañas,
iguanas, conejos, liebres, gorriones, colibríes y cetáceos son los más
amenazados. El listado de la AZE es encabezado por la Sierra Juárez, el sitio
con más especies amenazadas y en peligro de extinción. Le sigue la zona de los
volcanes de Veracruz y Puebla, con 16; la Sierra Madre del Sur y Omiltemi
Obispo, en Guerrero, con nueve cada una, y Los Tuxtla, en Veracruz, con ocho. La
Norma Oficial Mexicana 059, Protección ambiental de especies nativas de México
de flora y fauna silvestres. Categorías de riesgo y especificaciones para su
inclusión, exclusión o cambio. Lista de especies en riesgo, reconoce 2 mil 584
especies bajo alguna categoría de riesgo: 41 extintas, 373 en peligro de
extinción, 842 amenazadas y 1 mil 327 sujetas a protección especial.
Según datos de Defensores de la Vida Silvestre México (Defenders
of Wildlife), en el país el 40 por ciento de los vertebrados se encuentra en
peligro de extinción: de los reptiles, el 55; de los anfibios, el 54; de los
mamíferos, el 39; de los peces, el 38, y de las aves, el 26. La Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza señala que México ocupa el
quinto lugar entre los países con mayores niveles de extinción en el mundo. El
país está por debajo de Ecuador, Estados Unidos, Malasia e Indonesia. De
tomarse en cuenta el listado de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos
Naturales (Semarnat), México estaría en el segundo lugar.
Especialistas coinciden en que la máxima autoridad ambiental en el
país, la Semarnat, no está diseñada para la conservación de las especies
amenazadas y en peligro de extinción, y no hay políticas eficientes para
detener la pérdida de la biodiversidad. Por el contrario, apuntan, en ocasiones
son las autoridades quienes contribuyen a su desaparición. De continuar la
defaunación a ese ritmo, habrá consecuencias sociales, económicas y ecológicas
en el país, advierte.
Imparables, las causas de la defaunación
La mayor amenaza para las especies en peligro de extinción es la
destrucción de su hábitat. La Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación señala que la pérdida de bosques y selvas en
México de 2005 a 2010 fue de 155 mil hectáreas por año, 34 por ciento menos que
lo registrado entre 2000 a 2005. Pese a que desde hace nueve años ha habido un
incremento en el porcentaje de superficie reforestada, el Cuarto informe de
labores de la Semarnat apunta que, durante 2009 y 2010, hubo una reducción en
esta tarea. Ello, explica, por las condiciones climáticas atípicas que
retrasaron la reforestación en 2010: una sequía intraestival y un adelanto de
la temporada de frío extremo. Al 31 de julio de 2010, se verificó y
finiquitaron 82 mil 137 hectáreas reforestadas con fines de restauración, de
las 250 mil previstas para este año. En entrevista con Contra línea, Juan
Carlos Cantú, director de Defensores de la Vida Silvestre México, aclara que
este país sigue situado en el quinto lugar en deforestación en el mundo. Apunta
que la tasa registrada en 2002, cuando se calculó una pérdida de 775 mil
hectáreas de bosques y selvas al año, no ha cambiado mucho. “Las cifras de la
Semarnat son cuestionables, pues se sigue deforestando a tasas muy por encima
de lo que es sustentable”. Cuestiona que Pro árbol, programa a cargo de la
Comisión Nacional Forestal, sea la solución: “Plantar un árbol o 1 millón no
significa que se plantó un bosque. Éstos necesitan de 30 a 50 años para
formarse para que presten servicios ambientales y aniden a más especies”. El
ecologista sugiere que, en su lugar, se apoye más el aprovechamiento
sustentable de los bosques, donde hay una mayor conservación que en las áreas
naturales protegidas.
Quien también dirigiera el Proyecto de Restauración de la Tortuga
Marina agrega a las amenazas contra las especies en peligro de extinción la
sobreexplotación legal e ilegal. El ejemplo más claro, dice, es el caso de las
tortugas marinas, las que están incluidas en la NOM 059 porque se
sobreexplotaron desde la década de 1960 hasta la de 1980, cuando las tasas de
captura iban de los 6 mil hasta los 150 mil ejemplares al año. Por cada tortuga capturada de forma legal,
capturaban otras tres de forma ilegal. El caso de pericos y guacamayas no es
diferente. De 22 especies existentes, 21 están en algún rango de amenaza en
México. Quien colaboraba para que la Convención sobre el Comercio Internacional
de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres incluyera varias especies de
pericos y guacamayas en su apéndice expone que hasta hace dos años se aprobó la
Ley para Prohibir la Captura y Exportación de Pericos Silvestres Mexicanos.
Puesto que la captura legal era usada para esconder el tráfico ilegal, éste ha
disminuido desde 2008. No obstante,
comenta que al no existir estudios poblacionales completos para determinar las
tasas de aprovechamiento, se sobre capturan aves. En su opinión, el problema es
que las autoridades no cumplen con vigilar el cumplimiento de las tasas de
aprovechamiento establecidas, además de tener muy poca capacidad para controlar
el tráfico ilegal. Cada año, de forma ilegal se trafican alrededor de 78 mil
500 pericos y guacamayas; la Procuraduría Federal de Protección al Medio
Ambiente sólo decomisa el 10 por ciento. En México, por cada perico o guacamaya
capturada de forma legal, se capturan otras 20 de manera ilegal. Lo mismo
sucede con las cactáceas, cuya mayor amenaza es la extracción humana, y con la
vaquita marina, cuya población se ha reducido hasta casi desaparecer debido a
la pesca incidental. De esta especie endémica de México sólo quedan entre 275 y
300 ejemplares.
Para el ecologista, las autoridades ambientales no ayudan a
detener la sobreexplotación de especies. Incluso, indica, la Semarnat autorizó
manifestaciones de impacto ambiental para que continuara la pesca en la reserva
de la biósfera en el Alto Golfo de California pese a las afectaciones a la vaquita marina y en contravención al
Reglamento de la Ley de Áreas Naturales Protegidas que prohíbe las actividades
que afecten a especies en peligro de extinción. Otro ejemplo es el pecarí de
labios blancos, especie del sureste mexicano que está incluida en la NOM 059
desde 2006; sin embargo, “las autoridades del medio ambiente siguen entregando
autorizaciones para su caza”. De acuerdo con la Comisión Nacional de
Biodiversidad (Conabio) una de las principales causas de pérdida de la
biodiversidad son las especies invasoras. El Convenio sobre la Diversidad
Biológica las define como aquéllas que prosperan sin ayuda del ser humano y
amenazan hábitats naturales o seminaturales fuera de su área habitual de
distribución. Los impactos ecológicos que causan las especies invasoras pueden
ser dramáticos y llegan incluso a causar la extinción de poblaciones y especies
nativas, la degradación de los ambientes acuáticos y terrestres, particularmente
los insulares, la alteración de los procesos y funciones ecológicas y la
modificación de los ciclos biogeoquímicos. En las islas de México, 12 por
ciento de las aves endémicas y 2 por ciento de los mamíferos endémicos se han
extinguido a causa de las especies introducidas; por ejemplo, los gatos ferales
en los ecosistemas insulares han causado la extinción de al menos 10 roedores
endémicos de las islas del Noroeste. Según lo admite la propia Conabio, en la
Estrategia Nacional sobre Especies Invasoras en México, no se sabe con certeza
cuántas especies exóticas invasoras están establecidas en el país, cuál es su
distribución ni cuál su tamaño poblacional. El problema es grave, considera
Cantú, pues de las especies de peces incluidas en la NOM 059, 76 están amenazadas
o se han extinguido debido a la introducción de especies invasoras. En lagos,
lagunas y arroyos se han implantado especies como tilapias, carpas, bagres,
lobinas y truchas de manera deliberada por las mismas autoridades de pesca.
Agrega la importación de especies exóticas, autorizadas por la Dirección
General de Vida Silvestre, que al entrar en cantidades enormes y ser liberadas
de forma accidental provocan estragos.
En 2010 inició la Estrategia Nacional sobre Especies Invasoras en
México que propone una visión a 10 años, tiempo en el que, según la Conabio, el
país deberá consolidar sus sistemas de prevención, control y erradicación para
reducir significativamente los impactos negativos de las especies invasoras y
orientar la participación y el trabajo coordinado de instituciones y sectores
clave de la sociedad. Asimismo en 2010 se modificó la Ley de la Conservación de
la Vida Silvestre y la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al
Ambiente para prohibir la introducción de especies invasoras. No obstante,
observa Cantú, las autoridades lo siguen haciendo en contravención a la ley. Recuerda
lo sucedido con Pro árbol en 2008, cuando la organización Greenpeace denunció
que el 1.4 por ciento de los árboles sembrados para reforestación eran especies
exóticas e invasoras como el eucalipto, el pirulí, la melina, la teca, la
jacaranda, el nogal y el nim. El cambio climático es otro factor de amenaza,
expresa el director de Defensores de la Vida Silvestre México, pues afecta
principalmente a las especies que no se pueden dispersar a áreas cuya
temperatura les sea adecuada. Es el caso del quetzal que vive en el bosque mesó
filo o de niebla.
Debido al cambio de temperatura, su hábitat se ha reducido y su
población se ha visto amenazada.
El Subsistema de Información de Especies de la Semarnat cuenta con
fichas de información de 122 especies, 22 análisis de riesgo y un listado de
358 especies correspondientes a 11 grupos taxonómicos. Hasta septiembre de 2010
se analizaba de manera adicional a 849 especies para determinar su estatus en
el país. Aun así, Juan Carlos Cantú, director de Defensores de la Vida
Silvestre México y el investigador del Departamento de Ecología de la
Biodiversidad del Instituto de Ecología de la UNAM, Rodrigo Medellín Legorreta,
señalan que se desconoce la cifra exacta del total de especies, especies
amenazadas y en peligro de extinción. Ello, porque no se ha renovado la NOM
059, cuya última actualización data de 2006 y hacen falta personas preparadas
en taxonomía.
Tanto así es el descuido, describe el también director del
Programa para la Conservación de los Murciélagos Mexicanos, Medellín Legorreta,
que en 1996 se creía desaparecido el murciélago cabeza plana. De la especie, su
equipo de trabajo encontró ejemplares en 2004. Actualmente la población de este
tipo de quirópteros alcanza los 500 individuos. El Cuarto informe de labores 2010 de
la Semarnat asegura que en 2009 el Programa de Conservación de Especies en
Riesgo llevó a cabo la ejecución de acciones directas e indirectas sobre 17
especies y su hábitat para su protección, restauración y manejo. De enero a
junio de 2010, se atendieron 15 especies: la vaquita marina, el lobo mexicano,
el águila real, el jaguar, el tapir, el berrendo, la ballena azul, el bisonte,
el oso negro americano, el cóndor de California, el zapote prieto y las
tortugas laúd, lora, caguama y carey. Rodrigo Medellín Legorreta, también
representante de México ante el Comité de Fauna de la Convención sobre el
Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres,
opina que la protección de la vida silvestre ha sido reducida a su mínima
expresión con el gobierno federal.
Coincide Juan Carlos Cantú, quien observa una falta de interés
para desarrollar políticas de conservación de las especies amenazadas y en
peligro de extinción. Actualmente,
menciona, sólo se contempla realizar planes de recuperación de 30 especies y ni
siquiera están concluidos. Advierte que el número de especies prioritarias no
ha cambiado desde la creación de la antigua Secretaría del Medio Ambiente,
Recursos Naturales y Pesca. Explica que estas especies sirven como “sombrilla”
para otras; sin embargo, “cada especie tiene problemas muy específicos que
deben resolverse de forma particular, por lo que esta visión no funciona”.
La entidad, opina el ecologista, no está diseñada para la
conservación de especies. Observa que en tanto la Dirección General de Vida
Silvestre se encarga de expedir autorizaciones de importación, exportación,
captura y caza de especies, la Comisión Nacional de Áreas Protegidas tiene la
facultad de trabajar con especies prioritarias que únicamente viven dentro del
10 por ciento del territorio nacional. El 90 por ciento de la distribución está
fuera de sus atribuciones. A su parecer, la política de conservar a las
especies extrayéndolas con la colección, caza y venta es añeja, pues se basa en la premisa de que las especies
representan un valor económico y en la creencia de que los dueños de la tierra
no querrán conservar a sus especies si no se les permite su aprovechamiento.
De esta forma, dice, la Semarnat cumple con la conservación a
través de las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre
(Uma), que principalmente funcionan en el Norte del país con fines cinegéticos,
cuando los estados del Sur poseen la mayoría de las especies amenazadas y en
peligro de extinción.
El Cuarto informe de
labores 2010 señala que durante el primer semestre de este año se incorporaron
al Sistema de Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre
(SUMA) 1 mil 135 millones, es decir, 412 Uma. Hasta septiembre la Semarnat
contaba un total de 9 mil 798 Uma, dedicadas a conservar el hábitat natural y
las poblaciones de vida silvestre a través de actividades productivas como la
agricultura, ganadería, silvicultura y cacería. Medellín Legorreta defiende el
objetivo de las Uma, más no su instrumentación, pues no existen mecanismos para
verificar que los planes de manejo estén bien hechos, que lo que digan esté
sucediendo y que tengan un impacto positivo en la biodiversidad.
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